entre el oráculo y el mito
donde día a día naufragan los deseos
convertidos en cenizas de faunos taciturnos.
El tiempo se detiene y cae la cadena
en el olvido del Olimpo,
somos más que sitios quasietrenos,
somos montes de olvido
y simas de miedo, hueco de sepulcro.
Tu habitar en medio, un paso a la deriva
en la cima de lo etéreo...
Graznas, en silencios de fuego
llenas mi alma inquieta de recuerdos
olvidados por el dolor del veneno.
Hay una distancia perenne entre mi boca
y tus destierros,
la vorágine del viento
tendida bajo el andamio de sueños.
Las estrellas conmemoran la oscuridad
que desvela un infinito yerto
adyacente al centauro que domina
el cuento de la muerte.
Es el infierno disfrazado de vergüenza,
la marea rota que se ha ido en desniveles
de tumbo en tumbo
a otros universos.
Dime quién entonará la vuelta
si Odiseo ha tendido sus alas
en su Ítaca amada...
Dime quién llegará a la patria
en un rumbo fijo sin sed de naufragios...
Mis ojos se han sentado a un lado del solsticio
quietos de dudas abrazan la agonía
de una fe cansada de andar
a cuestas en mis pasos.
Hay una distancia interrumpida
entre el latir de mi sangre
y el rechinar de de mis heridas...
Hay una distancia interrumpida
entre el latir de mi sangre
y el rechinar de de mis heridas...
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