palpita un murmullo,
rueda en mi mente
en un abismal de mares
que rompe incansable
en las costas de mi memoria.
Los recuerdos son más largos que el pasado,
habitan eternidades
aun cuando ya se han marchado.
Tras el mirar insondable de mi estancia
escucho un siglo de preguntas,
¿Cómo es que tanto vacío
ocupa tanto espacio?
Recuesto el tiempo bajo mi sien,
lo dejo ahí dormido, sin prisa,
reclamo a la tierra tanto llanto,
me detengo del aire y salto.
La lluvia es una vorágine de candor,
escupe su sangre
convertida en rocíos
que empapan la noche,
profunda y oscura
de estrellas que tintilan
en la inmensidad del espacio,
encerrado entre lo que oigo y canto.
Danzan las estrellas
en movimientos helicoidales,
construyen un tunel
donde viajar lo imaginado.
Hay un lugar donde se pierden las lunas
al caer el horizonte en el océano...
Naufragan,
naufragan...
Las estrellas cantan y cohabitan
paisajes de luz y de lágrimas.
Hay un andar tejido entre mis pasos
donde se funde el presente
y coexisten los mañanas.
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