entre el silencio y mis latidos
un pequeño espacio donde
caben todos los himnos,
donde eres ruiseñor y pez,
ángel y esfinge.
Una espiral en la que se envuelven
las horas convertidas
en arena que navega la luz
entre fulgores y risas.
Hay un estrecho vacío
lleno de un aire de ser
expulsado de tu pecho,
impregna de tu aliento
todo lo que hay.
Hay un velo de cándor
que entrelaza en el timpo
mi estancia en tu ritmo,
donde eres el extenuar
de las locuras, la quietud,
el equilibrio.
Hay un compás de agua
a contracorriente que
inunda de dicha
el temblor de la alborada.
Hay un yermo de estrellas,
que tintilan al calor de tu fuego,
donde eres el solaz de mis dudas,
la fuga, la patria,
la isla que clama la distancia.
Hay una nostalgia dormida
entre las sábanas de lo pasado,
un recuerdo olvidado,
tras el disertar de las horas.
Hay una libélula blanca
que cabalga en la memoria
bajo el dintel de mi esperanza
que anuncia el sentir de los huesos,
el hambre de la noche,
el volar de tu imagen
detrás de mis ojos,
donde eres océano,
cielo y universo.
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