y la estancia, donde al recorrer la fuga
encuentro, a destellos, el rubor de la alborada.
Somos un rito arrojado del vientre
de la luna. Junto al ocaso,
en espirales caemos
convertidos en luceros,
caemos a la tierra forjando
un cesped de memorias,
para que cada noche,
levanten plegarias que conmemoren
las vidas de todos nosotros, los caídos.
Hay un eterno limbo,
separa un hito de otro,
converge en mareas
converge en el viento.
A uno lo llevo en la mochila
en la distancia,
a otro lo veo en la sonrisa
del más necesitado.
Somos una eternidad detenida,
un espacio de luto,
un suspirar sin aliento.
Hay un intervalo que pende de mi pecho
que llora sus ausencias,
hay una alfombra de sueños abortados
de un jamás remitido y un será que se ha ido.
Hay una luz al fondo de mi alma,
entre risas y cantos,
se enreda en mi pensamiento y se aferra,
para cavalgar conmigo
día a día sus recuerdos.
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