Oceánide

Al alba, en la oscura profundidad de la memoria
tintinean a lo lejos,
 recuerdos del vaivén
de aquellos nocturnos
aterrados por el estrecho
relampaguear de la locura.
Taciturnos, noctámbulos,
embriagados del éter de la fuga
nos adentramos al mar de la elocuencia,
caímos mil leguas
bajo la constante lógica de una razón gélida
como los parajes al sur de las almas.
Nos detuvimos en instantes de asombro
indagando la ruptura del ocaso.
No hay más cosmos que el aletear de tus pupilas
cuando ignoto miras bajo el umbral de cada duda.
Siembras las posturas,
ahíncas la respuesta
con la vaguedad de los vacíos,
las creencias revolotean sin llegar al puerto
de alguna certeza férrea que dé
un límpido resplandor de cordura.
Mis ideas son espirales que se fugan
al revolotear las impresiones,
reminiscencias de vidas caídas
trasmutadas en historias.
Una biografía de utilería,
una sed de arena derramada en la nostalgia.
Improntas de sal fugada por Iris,
mensajera de los dioses.
Soy una Oceánide emergida de Tetis,
olvidada por Apolo.
Utillajes de los polos.
Al norte el razonar de lo abstracto,
al este la intuición de los mortales.
Las remembranzas despiertan con vesania
mientras el alba canta a la espera del horizonte.