pasan en vuelo a lo largo del sendero,
me recuerdan la esperanza anudada entre mis sienes.
Mis recuerdos son como máscaras sin dueño
que anidan un volcán de misterios.
Hay un torbellino hendido a lo ancho de mi pecho,
a veces se agolpa entre mi respirar y mis silencios,
me ahoga, me confunde,
quiere huir de mí y ser al fondo de la noche,
gritar el estrueno callado de la mirada inquieta
que habita detrás de mis cuencos,
quiere susurrar la palabra que tiembla
entre mi lengua y mis labios.
Atado a mí está un vacío,
pinta de azul el vaiven de mi morada...
Mis pensares son un manojo de dudas desterradas.
El ocaso es una provincia donde recostar las ansias...
El universo es un pinchazo que sofoca al espacio
donde las estrellas tiritan y junto con ellas,
mi cuerpo desnudo de verdades danza.
Esta es la llave que adentra al cosmos de mi alma,
la sostengo en mis manos que vuelan mariposas
de fuego como talismán a la deriba.
Aquí, debajo de mi aire, entre el palpitar de mi sangre
y el correr de la distancia, aún hay un espacio intacto.
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