detrás de sus pupilas
profundas como arrecifes,
entre corales y perlas.
Se pregunta, ¿dónde han quedado
los vientos y las palabras?
Él la sostiene en su pecho
en un vaiven de suspiros
delineados por aires y mareas.
Él, lleno de luz,
manantial de candor,
tenue ruta al atardecer,
agua de sal,
la enreda en la armonía
entre sus olas,
cae tras el horizonte
sobre la entropía que la circunda,
la curruca con su calma.
Él le da la mano,
ella detiene el paso y lo mira.
Él tiembla un suspiro de agua,
sonríe,
(el universo entero se rompe
debajo de su aliento).
La abraza como a una estrella
que ha caído del cielo
bajo las aguas marinas.
Fijamente, él observa la cadencia
de sus pasos,
la elocuencia de su mente,
sonríe,
(el universo entero desaparece).
Ella llena el espacio
con un silencio sin prisa.
Él ve la profundidad de sus ojos cafés,
se pierde en el halo azul de sus ideas
mientras el aire se convierte
en millones de luciérnagas.
Él estaba tan impresionado
de la braveza de su espíritu
que quizo un par de alas
para ir junto con ella.
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